La Calefacción

El sofá sostenía dos cuerpos semidesnudos. La humedad de los mismos calaba hasta la propia estructura de madera tanto como aquellos dos cuerpos se calaban entre sí.

-¿Tienes frío?
-Un poco.
-Subiré la calefacción.
-No la subas.
-¿Por qué no iba a subir la calefacción si tienes frío?
-No tienes ni idea Balú.
-Joder, si tienes frío, subo la calefacción, es un silogismo bastante sencillo- dijo, mientras le miraba como un marinero mira una tormenta sobre el horizonte.
-Déjalo, abrázame.
-No, joder, quiero que me digas por qué no tengo que poner la calefacción- ella suspiró y miró al vacío. Se incorporó y se sentó a su lado. Balú se incorporó como si fuese su versión en diferido, acercó sus labios a su mejilla y besó a Lola con calidez. Lola seguía mirando al vacío, las volutas de humo de las velas perfumadas, parecían ser el acontecimiento más interesante de la habitación.

-Lola, vamos¿qué ocurre?
-No pasa nada cariño, créeme- Balú sabía que las palabras, No, Pasa, Nada y Cariño, significaban un grado 7 en la Escala de Richter, el Créeme, elevaba todo a un grado 9.
-Sí pasa, estás rara de cojones.
-Te preocupas demasiado por mí.
-¿Porque quiera poner la calefacción?
-Por la calefacción, por los exámenes, por mi trabajo, por mi hernia de hiato, por mi desayuno, hasta por la alopecia galopante de mi gato.
-Es mi deber¿No?
-No lo entiendes cariño.
-¿Con un "No lo entiendes cariño" solucionas todo?- Balú estaba empezando a elevar el tono de su voz. Así es como empiezan las hecatombes nucleares, alguien da una orden simple o pulsa un botón equivocado y es otro quien carga y dispara los misiles, una vez alcanzado el objetivo, el llamado "intercambio nuclear" es inevitable.
-Pues claro que no lo entiendes. A mí me preocupas tú. No lo que te pasa. No quiero ser tu lacaya, no quiero cargar con tus bolsas de la frutería.
-No lo haces, lo hago yo por tí.
-Eso es, lo haces tú, todo lo haces tú, sólo estás pensando en agasajarme, en subirme la calefacción, en acariciar mi espalda, en acompañar a mi gato al veterinario y en mis tostadas calientes.
-Estoy para eso cariño.
-No, Balú, no. Dime una cosa ¿cuánto hace que no ves a Hank?
-Hank se marchó, él lo eligió así.
-¿Cuánto hace que no escribes?
-Desde que se marchó.
-¿Lo ves cariño?Te has perdido en el camino¿Desde cuánto hace que sólo existimos el trabajo y yo?
-Desde que existes tú.
-Te echo de menos Balú, desde que estamos juntos, no existes. No escribes, no sueñas, no te emborrachas, no fumas, y sobretodo, no me miras como si fueses a devorarme, me miras como un problema al que hay que solucionar, una niña a la que hay que cuidar o un gato al que hay que llevar al veterinario.
-No me toques los cojones con lo del gato, fuiste tú quien no paraba de hablar de él, yo sólo le dí solución.
-No tienes que ir delante de mí con una escopeta disparando a todos los problemas que aparecen en mi camino, porque llega un momento en el que vas tan por delante de mí con tu armadura de caballero andante, trinchando soldados enemigos, que olvidas a qué distancia está la princesa a la que juraste cuidar.
-Todo lo hago por tí.
-Me enamoré de tí, no de ese tipo que me lleva la compra y me sube la calefacción. Yo quiero que vuelvas a subir mi temperatura con sólo ponerme una mano en la espalda.
-Sólo quiero cuidarte y protegerte.
-Y lo adoro Balú, te amo, te amo tan profundamente...-Le miró a los ojos, acercó los labios a la boca de Balú y se besaron. Hasta lo acontecido, Balú decía que aquello fue un beso de Judas, que supo amargo y que le dejó la lengua como una vieja pata de jamón para hacer caldo. Lola decía que cuando le besó, quería sacar su veneno de dentro de Balú, para que no sufriera. Normalmente no estaban de acuerdo, aquella noche no iba a ser una excepción.
-Pero...- espetó Balú, nada más separarse sus labios, mientras sus frentes se sujetaban la una a la otra, y juntas, el techo de la habitación.
-Pero me duele ver cómo te vacías cada día, cómo vas dejando pedacitos de ti cargando conmigo a tu espalda- Lola sintió cómo su esófago se desgarraba por dentro, dejando pasar todo el ácido de su cuerpo a sus pulmones, como si se tratase de un mecanismo de autodestrucción. Sintió cómo sus huesos se descascarillaban poco a poco hasta quebrarse como un pino por el peso de la nieve. Su corazón se frenaba y no por alivio tras soltar aquella bomba, sino porque parecía querer rebobinar la escena y todo el mundo sabe, que los corazones, no saben rebobinar.
-¿Esto es el fín?- dijo Balú, con su mejor cara de sentenciado a muerte.

Lola calló, separó su mirada de la cara de Balú, inspiró, contuvo la respiración un segundo y liberó aquellas palabras del lugar donde se fabrican las tormentas y los terremotos:
-Sí.
-Entonces, voy a subir la calefacción...hace un frío de cojones


"Parte del Capítulo 3 de "Rendición y Redención", si queréis leer más sobre Balú, Hank y Lola, tendréis que esperar, pero me sabe mal tener sin nada a mis fieles lectores"