Ante una cerveza

“¿Entonces?”, su mirada me juzgaba, eran demasiados años, demasiadas borracheras, demasiado tirar uno del otro. “Entonces nada, no pasa nada nuevo, me levanto temprano, desayuno, leo el As y me voy a currar, vuelvo exhausto, duermo siesta y a currar otra vez y después, si los planetas se alinean, quizás quiera ir a cenar o que escuche lo mal que le ha tratado el trabajo o la vida”,”Esa es la vida de pareja, eso es lo que deseabas ¿no?”, “Sabes que no deseaba esto”, “Te creías que todo iba a ser Victoria´s Secret y te han tocado las bragas de la abuela”, “Será eso, cuando estamos solos echamos de menos estar en pareja, la estabilidad, y cuando ésta llega, te das cuenta de que la estabilidad es demasiado estable para tí”,”Dos Guiness por favor”. Llevaba casi un año metido en aquel círculo que hacía tiempo que había dejado ser vicioso para tornarse tedioso, tenía tanto miedo de escapar, como de seguir adelante. “Pero…”hurgó en su bolsillo buscando dinero suelto para la camarera”…llevas toda la vida deseando ésto Hank, dejar la bebida, el tabaco, ordenar los armarios y sacar los cadáveres fuera”,”Los cadáveres siempre dejan un aroma difícil de limpiar”,”No me jodas con tus bohemiadas, tienes mejor cara que hace un año, no tienes esperanzas ni ilusiones descabelladas, no pierdes el tiempo intentando sacar brillo a un talento que, permíteme decir como amigo, estaba bastante oxidado. Has puesto los cimientos para un futuro”. La camarera se acercó sonriente con aquellos dos brillantes vasos de pinta llenos de maná negro, la examiné de arriba abajo, como en los viejos tiempos, tratando de descubrir un rincón de su cuerpo al que decidir escapar.
El silencio había caído como caen los generales que saben que han enviado a su pelotón contra la artillería. “Quiero dejarla”. El silencio ahora era como el de un incrédulo jurado ante la confesión del criminal. “Quiero dejarla” reafirmé, “y no sé cómo cojones hacerlo”. “Habla con ella, díselo y escápate si crees que eso es lo que debes hacer, pero…” siempre existe un pero, los peros son la sal de la vida, aplicada directamente sobre heridas abiertas. Esperé aquel pero con odio, odio hacia él, hacia mi amigo inseparable, el que me buscó trabajo cuando rozaba la indigencia, el que siempre guardaba una sonrisa y dos manos para ayudar a todo el mundo, el que es capaz de convencer a una mula para que procree y de venderle una mesa a un carpintero. Su juicio nublaba mi ceguera, sus ojos se clavaban en los míos, marrones, áridos como una tarde de verano en el campo de Castilla, con el rastrojo a punto de arder. “…perderás la oportunidad de comprobar si puedes llegar a funcionar en el mundo normal”.
Mis yugulares anteriores eran tuberías de plomo, mi conjuntiva era lava, mis dientes tenazas de fugitivo. ” Tu problema eres tú, sé que suena a tópico, a cliché de libro de autoayuda, pero tu problema es tu amor a la autodestrucción, siempre encuentras la forma de autodestruirte, y de reconstruirte creyéndote más fuerte que nadie, pero déjame contarte Hank, eso sí que es puritísima mierda. Eres más Coelho de lo que te crees, por mucho que lo niegues”.”Necesito esa crisis para crear ¿no lo entiendes?. Sin esas noches de derrota, sin la soledad y el desamparo, sin el ardor del tabaco en la garganta, sin la resaca…no soy nadie. Son mis herramientas, como lo son las tijeras y la aguja en el tuyo”. “Mierda, pura mierda, ni yo soy un simple costurero ni tú un calandria profesional. Mírate ahora, te has vuelto a derrumbar y no has necesitado ni putas ni drogas. La autodestrucción no va sobre tu deseo de ser el Van Gogh de la literatura española, o sobre hablar de bragas mojadas ni siquiera de estar solo y morir solos”. “Todos estamos solos”. “Ves, va sobre eso, tú soltando putos clichés manoseados como la polla de un quinceañero. Ya no eres mordaz, ni occurrente, ni siquiera te permites el lujo de sentarte una noche a escribir, como hacías cuando vivías conmigo”.”Aquellos eran buenos tiempos”.”No Hank, no eran buenos tiempos, estabas sin blanca, te fundías todo lo que tenías y estabas a ésto de contraer una ETS o que unos camellos te partiesen las piernas”.”Las tres, incluso”.”¿Ves? Recuerdas cuando hablabas de caminos por el monte, de cazar jabalíes con tus manos desnudas, de luchar por lo que creías”.”Y sigo creyendo…”.”Pues no lo parece viejo, ya no brillan tus ojos, eres un perrillo, silban y vas.”.”Por eso quiero dejarla”.”No hablo de eso, hablo de que vuelvas joder, hablo de que le calles con un beso, de que cojas la olivetti y presiones las teclas como si escribieses el nuevo evangelio según San Hank”.”Con ella a mi lado no puede ser”. El puñetazo salió de la nada, noté como quebraba los huesos. Había visto pelear a este tipo en muchos sitios, y nunca le había visto descargar tanta fuerza en un solo movimiento. Parecía sacado de un puto anime para preadolescentes pajilleros. Noté cómo vibraban los huesos de mi cara y el calor que disipaba se mezclaba con la sangre y la inflamación que colmaban mi nariz. Noté que estaba vivo. Se lo agradecí como sólo un hombre puede agradecer que le devuelvan a la realidad de una hostia, con un resignado silencio.
“Dos pintas más por favor, esta vez cóbrame a mí preciosa”.”Le voy a tener que expulsar del bar como siga dando el espectáculo”.”Tranquila, es una simple discusión entre amigos ¿Verdad?”.”En este bar no entra ni un hombre cuerdo, ni uno mono, al menos si estuviera bue…” sus palabras se disipaban en la distancia haciendo honor a Doppler y dejándole con las ganas de una réplica zalamera de las que solía hacer gala. “Gracias”.”¿Por qué?¿Por la hostia?Perdona compadre, me ha dolido más a mí que a tí”. Balú siempre era complaciente, reconfortante, no me extrañaba que Lola le amase tanto, lo que sí me extrañaba, era que ella le hubiese abandonado en aquel páramo. Supongo que a pesar de que un hombre sea digno y complaciente, siempre tendrá que elegir entre una parte de sí mismo o a ella por completo, joder, claro, era eso. “Lo he entendido”. “¿El dolor?”.”No, lo que me querías decir”.”Si explicas el chiste pierde la gracia”. Sorbimos la cerveza de un trago, no hubo más palabrería, sólo el tintineo de monedas en la bandeja de propinas, sabor a herrumbre en la boca y disfraces de ave fénix, tirándose al mar.