Sit Com

-Los espectadores no quieren ver esa parte de la historia.
-Pero es mi vida de lo que estamos hablando.
-Desde que firmaste ese papel, dejó de ser tu vida. Estás cumpliendo tu sueño, es lo que querías¿no?. Ahora en tu vida nadie muere salvo que sea un personaje secundario que no importa a nadie y que carece de una "catchphrase" original. Tienes banda sonora indie pop para los momentos épicos, para los tiernos, para los solitarios¡Y risas enlatadas!¿Qué más quieres?Solamente tienes que sacrificar un pedacito de ti.
-Es mi vida eso a lo que llamas un pedazo.
-Sólo te pido que dejes de salir con esas chicas, no aportan nada a la historia, tu personaje
-Dirás a mi vida.
-Eso, a tu vida. Estás empezando a perder carisma. Las encuestas revelan que las mujeres de entre 25 y 40 están empezando a odiarte y el share ha caído en esa franja de edad.
-Necesito a esas mujeres, necesito ese vacío, la temporada pasada fue muy dura, los guionistas me dejaron echo polvo¿No lo entiendes?Necesito desahogarme. Volver a ser el tipo encantador y cínico que soy y que nunca debí dejar de ser, me está equilibrando. Y además...me lo estoy pasando de puta madre¿No puedo divertirme por una vez?
-Ya te has divertido bastante, son seis episodios en los que volviste a tus raíces, volviste a ser un encantador Míster Cinismo. Pero ya empieza a cansar al público, quieren que vuelvas con Eva.
-¿Con Eva?¿Otra vez?¿Quieres volver a hacerme pasar por lo mismo de la temporada pasada?¿Por esa zorra estirada?
-Sí, las encuestas revelan que tus capítulos con Eva fueron los que más gustaron y son los que más audiencia han tenido desde que Bárbara dejó la serie.
-Por qué no Bárbara, por qué no me hacéis volver con Bárbara. Sigo enamorado de ella.
-Porque Bárbara ya tiene su spin off, que por cierto, ahora tiene más audiencia que tú. Debes asumirlo, Bárbara no es personaje para tu serie.
-Las telenovelas siempre tiran más que las Sit Com.
-Sí, y Bárbara es personaje de telenovela, su visión dramática del mundo, su búsqueda del amor puro y verdadero...todas esas paparruchas nos dan una pasta en anuncios de perfumes.
-¿Por qué Eva?Es una déspota, una zorra que me ninguneaba.
-A las mujeres les gustaba ver cómo el gran cazador había sido cazado, cómo te había amansado y desquiciado. Y la mayoría de los hombres se sentían identificados con tu situación.
-No quiero vivir para hacer a los mediocres sentirse mejor por ser tan mediocres como yo.
-Compañero, esto es lo que firmaste, quisiste que tu vida fuese una Sit Com, no una película porno ni una de superhéroes. En una Sit Com tu mediocridad y tu torpeza son las que hacen a la gente sentirse mejor, porque se ven reflejados en ti, tu personaje está cargado de empatía y las empresas publicitarias adoran la empatía. Míralo bien, Eva es una chica inteligente y guapa, tiene carácter y te encantaba su aura de princesa que necesita ser rescatada. A la gente le encantan las princesas que necesitan ser rescatadas.
-Lo siento, la mía está en otro castillo.
-Los guionistas ya tienen el próximo episodio para que te pongas manos a la obra.
-Déjame ver.
-Vas a un restaurante con una chica, aún no tiene nombre ni está hecho el casting, pero queremos que tenga rasgos nórdicos y que sea voluptuosa, para contrastar con las formas de Eva. Ella empieza a hablar de tarot, de runas vikingas, del i-ching, de cómo el destino está escrito y todas esas herramientas permiten verlo.
-Una loca.
-Al público le encantaban tus citas con locas, será algo old school, reconfortante, tú con cara de aburrido, removiendo tu whisky y soltando frases ingeniosas...eso se lo dejamos a los guionistas. De repente miras al fondo de la sala y Eva está allí, sentada con una amiga, con los ojos rojos y el rimmel corrido.
-Tópicos.
-Los tópicos funcionan. De repente, suena "With or without you" de fondo mientras miras el reloj que ella te regaló y que "casualmente" llevas puesto esa noche. Coges tu servilleta, te levantas, caminas hacia su mesa, y un plano: Tu mano con el reloj tendiéndole la servilleta, sube la música, os mirais a los ojos, plano cerrado, os sonreís y boom, títulos de crédito.
-Lo siento, puedes poner ya los títulos de crédito.
-¿Qué dices?Va a ser espectacular, a todo el mundo le gustan los retornos.
-Y las precuelas y las trilogías y "Gandía Shore". Pero no por eso aportan nada al arte ni a la gente que los ve. Mantienen un concepto falso y edulcorado sobre la vida. Una montaña de moralinas embutidas en un blazer azul marino, "El mujeriego rendido ante la causa de la única mujer que supo destrozarle". Y ellas creen que pueden y deben cambiar al hombre que está a su lado en el sofá, y ellos se rinden y dejan de pelear, de intentar ser quienes realmente quieren ser. Yo quería divertir a la gente, pero además motivarles para alcanzar sus límites.
-No eres Eric Thomas. Eres un simple actorucho de mierda que tiene que hacer lo que se le manda¿De acuerdo? Grabaremos ese capítulo mañana. No te retrases, que nos conocemos.
-Rompe mi contrato.
-Firmaste con tu sangre, si rompes ese papel morirás.
-Sí, y tú te quedarás sin marioneta, seré libre.
-No, no lo hagas, no lo rompas¡Es una orden!

El actor cogió el contrato, sacó su mechero, encendió un cigarrillo, dió una calada y jugueteó con la llama bajo el contrato. La cara del productor era la de un niño viendo "Viernes 13". El papel se incendió. El actor se vió envuelto en llamas en el acto. No sentía el dolor de las llamas sobre su piel, derritiendo sus globos oculares o el olor a cabello ardiendo. Sonreía, y su alma bailaba, liberada.

Presuntuosos

Dejaba que llevaras el timón. Me sentía cómodo en segunda línea, sujetando mi whisky, encendiendo mi cigarro. El problema surgió cuando no hubo más whisky y me confiscaste el tabaco. Cuando mis adicciones murieron, me dejé caer sobre tí, como único estímulo para el sistema de recompensa de mi cerebro reptiliano. Te ahogué, me ahogué, nos ahogamos, me ahorcaste. Amputaste mi sombrero y quemaste mi poncho de Clint. Pero no fue culpa tuya cariño, fue culpa mía. Olvidé que era un hombre.

Un hombre que bebe hasta las 7 de la mañana sin preguntarse dónde estarás. Un hombre que se juega al póker hasta sus calzoncillos, y todavía cree que va a seguir saliendo adelante. Un hombre que puede matar lo que va a comer con sus propias manos, pero no a cocinarlo con Pedro Ximénez para tí. Un hombre que prefiere su vieja camiseta negra con unos vaqueros al uniforme de cateto del domingo. Un hombre que grita y blasfema viendo el fútbol y acto seguido se desfoga contigo hasta desmontar el cabecero de la cama. Un hombre que no teme acabar con una costilla o la nariz rota sobre un campo de hierba. Un hombre que corta leña, hace fuego y da cobijo en su cuerpo. Un hombre mira a los ojos a las mujeres en los bares y les pone la mano en el culo cuando salen del bar con él. Un hombre que besa. Un hombre que ama. Un hombre que folla. Un hombre que ha elegido el camino del samurái. Un hombre que paga sus facturas. Un hombre que prefiere una cerveza con sus amigos que organizar bailes de máscaras. Un hombre que eructa en la intimidad. Un hombre que lee a Burroughs, a Murakami, a Bukoswky y a Celine, pero que sigue disfrutando a Orson Scott Card. Un hombre que escribe como respira.

Quizás el problema de la mayoría de los hombres de este siglo es que hemos olvidado ser hombres y nos hemos conformado con ser parodias de uno. En niñatos presuntuosos.

La Calefacción

El sofá sostenía dos cuerpos semidesnudos. La humedad de los mismos calaba hasta la propia estructura de madera tanto como aquellos dos cuerpos se calaban entre sí.

-¿Tienes frío?
-Un poco.
-Subiré la calefacción.
-No la subas.
-¿Por qué no iba a subir la calefacción si tienes frío?
-No tienes ni idea Balú.
-Joder, si tienes frío, subo la calefacción, es un silogismo bastante sencillo- dijo, mientras le miraba como un marinero mira una tormenta sobre el horizonte.
-Déjalo, abrázame.
-No, joder, quiero que me digas por qué no tengo que poner la calefacción- ella suspiró y miró al vacío. Se incorporó y se sentó a su lado. Balú se incorporó como si fuese su versión en diferido, acercó sus labios a su mejilla y besó a Lola con calidez. Lola seguía mirando al vacío, las volutas de humo de las velas perfumadas, parecían ser el acontecimiento más interesante de la habitación.

-Lola, vamos¿qué ocurre?
-No pasa nada cariño, créeme- Balú sabía que las palabras, No, Pasa, Nada y Cariño, significaban un grado 7 en la Escala de Richter, el Créeme, elevaba todo a un grado 9.
-Sí pasa, estás rara de cojones.
-Te preocupas demasiado por mí.
-¿Porque quiera poner la calefacción?
-Por la calefacción, por los exámenes, por mi trabajo, por mi hernia de hiato, por mi desayuno, hasta por la alopecia galopante de mi gato.
-Es mi deber¿No?
-No lo entiendes cariño.
-¿Con un "No lo entiendes cariño" solucionas todo?- Balú estaba empezando a elevar el tono de su voz. Así es como empiezan las hecatombes nucleares, alguien da una orden simple o pulsa un botón equivocado y es otro quien carga y dispara los misiles, una vez alcanzado el objetivo, el llamado "intercambio nuclear" es inevitable.
-Pues claro que no lo entiendes. A mí me preocupas tú. No lo que te pasa. No quiero ser tu lacaya, no quiero cargar con tus bolsas de la frutería.
-No lo haces, lo hago yo por tí.
-Eso es, lo haces tú, todo lo haces tú, sólo estás pensando en agasajarme, en subirme la calefacción, en acariciar mi espalda, en acompañar a mi gato al veterinario y en mis tostadas calientes.
-Estoy para eso cariño.
-No, Balú, no. Dime una cosa ¿cuánto hace que no ves a Hank?
-Hank se marchó, él lo eligió así.
-¿Cuánto hace que no escribes?
-Desde que se marchó.
-¿Lo ves cariño?Te has perdido en el camino¿Desde cuánto hace que sólo existimos el trabajo y yo?
-Desde que existes tú.
-Te echo de menos Balú, desde que estamos juntos, no existes. No escribes, no sueñas, no te emborrachas, no fumas, y sobretodo, no me miras como si fueses a devorarme, me miras como un problema al que hay que solucionar, una niña a la que hay que cuidar o un gato al que hay que llevar al veterinario.
-No me toques los cojones con lo del gato, fuiste tú quien no paraba de hablar de él, yo sólo le dí solución.
-No tienes que ir delante de mí con una escopeta disparando a todos los problemas que aparecen en mi camino, porque llega un momento en el que vas tan por delante de mí con tu armadura de caballero andante, trinchando soldados enemigos, que olvidas a qué distancia está la princesa a la que juraste cuidar.
-Todo lo hago por tí.
-Me enamoré de tí, no de ese tipo que me lleva la compra y me sube la calefacción. Yo quiero que vuelvas a subir mi temperatura con sólo ponerme una mano en la espalda.
-Sólo quiero cuidarte y protegerte.
-Y lo adoro Balú, te amo, te amo tan profundamente...-Le miró a los ojos, acercó los labios a la boca de Balú y se besaron. Hasta lo acontecido, Balú decía que aquello fue un beso de Judas, que supo amargo y que le dejó la lengua como una vieja pata de jamón para hacer caldo. Lola decía que cuando le besó, quería sacar su veneno de dentro de Balú, para que no sufriera. Normalmente no estaban de acuerdo, aquella noche no iba a ser una excepción.
-Pero...- espetó Balú, nada más separarse sus labios, mientras sus frentes se sujetaban la una a la otra, y juntas, el techo de la habitación.
-Pero me duele ver cómo te vacías cada día, cómo vas dejando pedacitos de ti cargando conmigo a tu espalda- Lola sintió cómo su esófago se desgarraba por dentro, dejando pasar todo el ácido de su cuerpo a sus pulmones, como si se tratase de un mecanismo de autodestrucción. Sintió cómo sus huesos se descascarillaban poco a poco hasta quebrarse como un pino por el peso de la nieve. Su corazón se frenaba y no por alivio tras soltar aquella bomba, sino porque parecía querer rebobinar la escena y todo el mundo sabe, que los corazones, no saben rebobinar.
-¿Esto es el fín?- dijo Balú, con su mejor cara de sentenciado a muerte.

Lola calló, separó su mirada de la cara de Balú, inspiró, contuvo la respiración un segundo y liberó aquellas palabras del lugar donde se fabrican las tormentas y los terremotos:
-Sí.
-Entonces, voy a subir la calefacción...hace un frío de cojones


"Parte del Capítulo 3 de "Rendición y Redención", si queréis leer más sobre Balú, Hank y Lola, tendréis que esperar, pero me sabe mal tener sin nada a mis fieles lectores"


Rocket Man

Volvía siempre que podía. Oporto era una ciudad vieja ajada pero nunca invicta, él se sentía viejo y ajado, pero estaba claro que le habían vencido demasiadas veces. El congreso era una excusa para dejarse caer de nuevo por el hotel Boavista, pasear solo por la Praça da Liberdade calle abajo hasta Sao Bento y hojear algún libro oculto entre las escaleras de Lello e Irmao. La mendicidad abarrotaba las calles de la ciudad, antes de la crisis ya lo hacía, solo que ahora había más prostitutas enfrente de las oficinas del Diario de Noticias y más señoras mayores en Sao Bento vendiendo semillas. Se sentía como uno más. Ya no cumpliría los treinta y ya no volvería a oler la colonia que le regaló por Navidad. Creía que entre los perdedores y miserables se sentiría en casa, que invitando a alguno a comer o comprando unas semillas que tiraría al Duero como la última vez, todo se arreglaría, todo volvería a su cauce. Dejó la bandolera sobre el sillón, abrió las cortinas para ver el cielo estrellado que iluminaba la ría, salió al balcón y encendió un pitillo. Había vuelto a fumar. Creía que recuperar viejos defectos le llevaría al tiempo en el que todo era más sencillo.

Dejó la chaqueta del traje gris, que le había llevado hasta allí, en la cama. Abrió su ordenador para, con cierto aire impotente, repasar su ponencia, se acercó al mini-bar y sopesó el abrir una carísima mini-botella de Chivas. Pensó que no merecería la pena, que el alcohol no había sido la solución en el pasado y que no lo sería hoy. La abrió, la olió y se acercó al baño para verterla en el vaso de cristal. El olor fuerte alcanzó su cerebro “Hielo, necesito hielo”. Retiró la tarjeta de la puerta y bajó las escaleras buscando el bar del hotel.

El piano-bar del hotel era su nuevo hogar. Hacía ya un par de meses que una vieja amiga le había encontrado en aquella habitación en Montmartre, un cuerpo desnudo cubierto por una larga melena rubia, una nevera vacía y un neurocirujano parisino que decidió abandonarla antes que sus sueños. Su voz había dejado de despertar a los vecinos por la mañana y la ausencia de sus pasionales gritos nocturnos, les había devuelto el placer del descanso. Berlín no fue su lugar, Londres le vació y París le robó con promesas vacuas. Oporto sonaba a huída y refugio, a la promesa de otra oportunidad para iluminar una sala con su voz. Aunque ella fuese más Ella Fitgerald que Amália Rodrigues.

Se colocó ante el micrófono, y como era habitual se cubrió la cara con su larga melena rubia, dejando un ojo libre, para escrutar la sala, esperando alguna pícara mirada entre aquellos congresistas borrachos que supiese a proposición deshonesta que ayudase a olvidar. Antes lo hacía por falsa timidez, como si fuera un sello personal, ahora lo hacía porque se sentía desnuda. Aclaró su voz con un vodka con lima, dio pié al pianista y éste comenzó a tocar lentamente “Cheek to cheek”. Su apagada voz empezó a brotar tras su cabello, buscando el tono desde el primer “Heaven, I´m in heaven”. Sentía la hipocresía del artista ardiendo en su interior. No existe mentira más dulce que la que susurra una canción de amor.

Llegó a la barra del bar del hotel, pensando todavía en su ponencia, en cómo narices iba a ser capaz de enseñar a reconstruir nada a nadie si no podía recoger ni siquiera sus propios pedazos. Reconocía la canción, la habían bailado en aquel balcón por el que más tarde ella tiraría su corazón al tráfico de Madrid. La voz de la cantante le llevó a platos rotos y a resacas de dos días, le llevó a verse reflejado en el espejo detrás del botellero apuntándose a la sien con una Magnum 44. Pero no pudo dejar de escuchar. Tendemos a tratar de cubrir viejos dolores con los recuerdos de los viejos dolores como cuando nos damos un golpe y presionamos el cardenal para sentir el dolor. Aquel cardenal se llamaba Lucía y se apellidaba clavo ardiendo. Pidió un whisky con hielo y se acercó al escenario, como el suicida a la cornisa. Se sentó en primera fila y radiografió con la mirada las curvas de la cantante, algo le quedó claro, no era Lucía.

Su ojo azul localizó a nuestro hombre en primera fila, con la mirada perdida en su vestido rojo. Al igual que un cirujano aprende a decidir la lista de la compra mientras sutura una femoral, ella había desarrollado la útil cualidad de abstraerse y dejar que su voz hiciese el resto. Imaginó la biografía del susodicho, como solía hacer en la cola del súper, o en los vagones del tren. Varón, unos treintaypico, elegantemente desaliñado por el viaje, matrimonio joven pero mal avenido, un hijo, quizás dos, arquitecto, como el resto de varones abotargados por el cabrito de la cena que colmaban la sala, a diferencia de éstos, él sí tenía opciones para engañar a su mujer. Poco a poco, la sala se iba vaciando pero él seguía allí a pie firme, salvo por un par de huidas a la terraza para fumar. En ningún momento le apartaba la mirada. Volvió a levantarse una vez más, pero esta vez no se dirigía a la puerta acristalada, sino a su escenario. Al principio interpretó su gesto, como el del típico congresista borracho y encantador de jovenzuelas, pero a medida que se acercaba al escenario, notaba en su rostro cierto aire de derrota. Podría haber sido una simple discusión con su mujer, pero aquella cara transmitía otro nivel de derrota. Al alcanzar el pié del escenario, nuestro hombre sonrió con autosuficiencia.


-Donde habita el olvido”-interrumpió una voz recién salida de la boca de su estómago.

-¿Cómo?-no estaba habituada a interrupciones, y mucho menos en castellano.

-Que cantes “Donde habita el olvido” de Sabina.

-Es una canción para un hombre- dijo, tratando de huir de aquellos ojos que parecían cobrar vida por segundos.

-No es que crea que tienes voz de camionero, pero me encantaría escucharla de una voz como la tuya.

-Es una canción triste

-Todo es jodidamente triste, pequeña. La realidad es jodidamente triste- El "pequeña" le irritó, le enfureció ¿Quién coño se creía para hablarle así? Pero por aquello de seguir teniendo algo caliente que llevarse a la boca a final de mes, tuvo que recurrir a su paciencia de artista y hacer una clásica maniobra evasiva:

-Y usted está jodidamente borracho, así que, mejor vuélvase a su habitación

-Vale, vale, “Rocket Man”, canta “Rocket Man”, la de Elton John.

-Lo que necesita usted es irse a dormir, no una canción sobre un hombre que echa de menos a su mujer en el espacio.

-”Rocket Man” no va sobre echar de menos a tu mujer, habla de lo duro que es cumplir tu propio sueño, de temer aquello que deseamos- De repente, hablaba como antes, sin tanta alegría, pero volvía a ser capaz de diseccionar una canción. Paso de gigante, pero tendría que dar muchos más de estos. Algo cambió en el rostro de ella, ya no sentía desprecio y desnudez, ahora mostraba intriga y leve desasosiego, como el gusanillo en la garganta del estudiante que espera sus notas.

-Si Zé Fernandes sabe tocarla, no tendré problema, conozco la canción. Zé é que voçé conhece “O Rocket Man”- dijo con su portugués macarrónico. Zé empezó a tocar las primeras notas.

Ella empezó a buscar la letra en su memoria “She packed my bag last night preflight...” empezó a notar en su cuerpo una mezcla de esperanza y nostalgia, la misma que sentiría Elton cuando la compuso, o la que sentí yo cuando me contaron esta historia.”Mars ain´t a place to raise your kids...”, ella se sentía marciana en aquel momento, entonando una canción que nunca había cantado en público. “I´m not the man they think i am at home, oh no no no, I´m a Rocket Man” se sentía preparado para despegar, para escapar, para dejar atrás el frío que le había recorrido el cuerpo durante meses. Aquella canción le decía mucho más sobre quién era que las caras sesiones de psicoanálisis que le recomendaron. La música toca piezas dentro de nuestro cuerpo, de nuestra mente y nuestros músculos, y las suyas volvían a estar en orden.

Nuestro hombre estaba allí, erguido, ante el escenario. Nuestra corista estaba allí, sujetándole con su voz. El resto del bar no existía, Oporto se reconstruía solo y el Atlético le marcaba un gol al Chelsea.

Aquella canción cerró el concierto. Nuestro hombre salió a fumar con la sexta copa de Chivas en la mano y la brisa del Duero helándole los huesos. A pesar de ello, hoy no miraba las estrellas con nostalgia, sino como aquel hombre que, perdido en el desierto, ha conseguido localizar la estrella polar. Nuestra corista espantó a algunos panzudos arquitectos, no sin antes endosar un par de CDs a los más fracasados y aduladores. Su camino entre cuerpos sudorosos y abotargados era claro, buscaba la terraza, buscaba a su hombre cohete, quería saber su por qué, quería saber quién había jodido tanto a aquel hombre. La excusa era agradecerle que le hubiese pedido aquella canción, en el fondo, porque se sentía un poco él y tendemos a buscar a nuestros semejantes.

-”¿Rocket Man?”- él se giró torpemente.

-Ese soy yo- dijo con la seguridad que le dio el trago largo que engulló durante su para nada grácil giro.

-He disfrutado mucho cantándola.

-Claro, tus sueños también están rotos.

-¿Cómo?- reaccionó iracunda ante tal acto de prestidigitación.

-No me jodas ahora diciéndome que tu sueño era ser corista de un hotel de Oporto. Soñabas con llenar teatros, y con esa voz tenías un derecho legítimo a hacerlo.

-No sé si agradecértelo, o darte una patada en las pelotas.

-Por favor, las damiselas no decís esas cosas.

-¿Quién te ha dicho que sea una damisela?

-No creo que seas una damisela, pero esperaba llevarte a mi habitación y descubrirlo de una forma menos ortodoxa.

-Borracho.

-Rubia.

Se dieron cuenta muy tarde, tanto que cuando abrieron los ojos, sus lenguas ya habitaban la boca del otro. Se dieron cuenta más tarde, de que los dos necesitaban quemar sus fusibles, de que a veces los corazones encuentran metrónomos en los lugares más inexplicables, de que sus cuerpos desnudos sudaban al compás de “Rocket Man” en una habitación, de un hotel en Oporto. Y él volvía a sonreir, y ella volvía a abrazar.



Le rompería la cabeza

“Llevas toda la tarde ausente”.”Perdona Lucía, no lo pretendía, perdóname”. “Hace meses que no te veo, ni siquiera por el trabajo¿Qué diablos te ocurre?”.”Algún día me dijo que ocurriría ésto, el muy cabrón tenía razón”.”¿Quién?¿Pedro?¿Tony?”.”No, Balú”.”No me digas que echas de menos al pringao de Balú”.”No es eso”.”Entonces ¿qué es lo que te dijo que ocurriría?¿Que el nuevo juego de Bioware no tendría el encanto del primer Mass Effect?¿Que Alan Moore recibiría el Nobel de las letras?”.”No, no es eso”.”Como me digas que estás así por el pringao de Balú te voy a tener que dar una bofetada, no sé qué coños hacías saliendo con él Lola, pensé que era pura experimentación rollo peli de High School de domingo por la tarde...”.”Cállate”. Lucía reculó en su silla e hizo un gesto de desaprobación con la cabeza, dió un resoplido más cercano al bufido que al alivio y dió un sorbo a su té de hierbas. “Tía Lola, dime qué es lo que es”. “No lo entenderías, tú no eres así, tú no sabes ver ese tipo de cosas”.”Yo lo que sé es que ese tipo era un vago y un mediocre, todo el día burlándose de todo, no haciendo nada por su propia existencia. Es un cliché, el lerdo envuelto de material de tienda de cómic, el adalid del pajillero del cómic ese de los ojos grandes”.”Se llama Manga”.”Encima te metió en su secta de lerdos, menos mal que escapaste”. Lola sacó un paquete de Chesterfield, dió dos toquecitos contra la mesa de la terraza con él, como con ansia de concentrar toda la nicotina en dos caladas que le hicieran escapar de allí, hizo como que comprobaba su iPhone, encendió el cigarrillo y el humo cubrió a Lucía. “Deja de fumar”.”Es lo más parecido a tenerle cerca”.”Es eso, le echas de menos”. Lucía se sintió culpable a la par que decepcionada. “No le echo de menos, sólo es que recuerdo una cosa que me dijo una vez”.”¿Qué frase de Yoda te soltó”.”Que en esta vida hay dos tipos de personas, proveedores y consumidores, un proveedor necesita a un consumidor para sobrevivir, y viceversa, que por eso todas las relaciones fracasaban”.”Tú eras proveedora de sexo y él es claramente consumidor de porno”.”Cierra esa bocaza”.”Me lo pusiste a huevo tía”.”Ayer me llamó por teléfono”.”¿Para?¿Para decirte que te pilles un disco de Damien Rice y le añores?. “No es eso joder, me dijo que se consumía, que echaba de menos sentirse útil, que se estaba vaciando”.”Demasiadas pajas”.”Calla de una puta vez¿Cuántas veces viste a Balú llorar?”.”Nunca, siempre estaba riéndose hasta de sus desgracias, esa era su única virtud”.”Me dijo que ya no ríe, que sólo piensa en complacer, en seguir dando, que no se sentía él mismo y que creía que era para nada”.”¿Está saliendo con alguien o lo decía por tí?”.”Está saliendo con alguien”.”¿Y quién es la desgraciada?”.”No la conozco. Balú me dijo que a pesar de no ver futuro más allá, se seguía empeñando, que creía que lo conseguiría, pero que se le hacía cuesta arriba”.”¿Y eso te mortifica?Que le den, no te siguió cuando debía, no cambió, no maduró, y si ahora alguna le está cambiando, bravo por ella”.”Me mortifica sí, porque aunque en tu pequeña cabecita no haya sitio para pensar en Balú como ser humano, le he querido y le quiero y él me quería como nadie me ha querido”.

Llevaba un año y medio lejos de Balú, había pasado por las camas más diversas de aquella ciudad, había probado a estar sola, había probado a refugiarse en sus amigas, y había conseguido escapar de su recuerdo, había completado el tour de force del olvido. Fue una llamada inocente, un mensaje de whatsapp, un tono triple armónico de xilófono digital el que le devolvió a la triste realidad. Echaba de menos a Balú. Se recostó en la silla, ahora el sol se clavaba en sus Ray Ban y éstas lo filtraban para convertir en agradable luminaria, aquella radiación de castigo que azotaba la terraza. Lucía reflexionaba mientras pasaba a toda prisa las páginas de la Vogue. “Te cuidaba, toda su finalidad en la vida era cuidarte, no se preocupaba por sí mismo, por su futuro o por sus ideales, se preocupaba por tratarte como a una reina. Y eso lo entiendo, debe de ser un lujo tener un lacayo así, pero por eso precisamente le empezaste a odiar, por eso precisamente te perdió, le habías amansado, como a un gato castrado”.

“Como un gato castrado Hank, así me siento, como un jodido gato castrado, hambriento y engordado, me conformo con que me rasquen la pancita y ya está, me vuelvo a mi cubículo a dormir y a engordar, apenas cazo ratones porque me conformo con el pienso que me echen, a veces gourmet, a veces Hacendado”. “Te avisé hace mucho tiempo de ésto colega, no me digas que no te avisé”. “No lo hiciste a tiempo”. “Mira corriste hacia ella como si fuese la última magdalena de la panadería, te aferraste a ella, a las dos semanas ya cambiaste de forma de vestir, vale que eso te vino bien porque entre tú y yo eras un badanas”, “Era grunge, como Cobain”,”Era cerdo, como Torbe, no me jodas, que esa camiseta de Marea llevaba más giras que Kutxi”. Hank sirvió otra copa de Four Roses para los dos, encendió otro cigarrillo y se lo ofreció a Balú, sus ojos decían “dámelo”, pero su mano lo descartó con desaire. “El asunto es este, te has pasado toda la puta vida siguiendo unos esquemas mentales basados en algún algoritmo que alguien te metió en la cabeza, ya sea la catequésis, el ponerte la toga de monaguillo, el jugar a salvapatrias”, “No me toques los cojones Hank, que tú también has hecho todo eso”, “Sí, pero yo lo hice como estudio antropológico, como método para desgranar el vacío de la cultura judeocristiana, su plenitud moral y su vacío de hechos”, “Ve al grano”, “Total, que ella encaja en todos los clichés que consciente o inconscientemente alabas. Es limpia, ordenada, mona, trabajadora, con aspiraciones sencillas en la vida, es cariñosa y jodidamente dulce cuando quiere”,”Ahora es cuando viene el pero”,” ¿Por qué?”, “Porque siempre que nos sentamos aquí ensalzas algo para después con un pero hundirlo en la inmundicia. Porque adoras rebajar a todo el mundo a una miserable parodia de su yo real”,”Joder con Ortega y Gasset pues claro porque todos somos miserables parodias que danzan alrededor de una hoguera de televisores”. Balú se quitó las gafas de sol para rascarse el ceño, quitarse el sudor y volver a colocárselas, lo hizo para aliviar el prurito de la montura, o para aliviar el peso de las lágrimas que mantenía a tensión bajo sus pestañas, fuera por lo que fuera, tras ello su rostro reflejó cierto alivio. “Dispara, venga”, “Tú no eres un tipo normal Balú, te vacías por todo el mundo, eres jodidamente alegre, la gente quiere estar rodeada de tipos como tú, por vuestra excepcionalidad”, “Por mucho que me halagues no voy a dejar que me la chupes”,”Cierra el pico, que ahora viene el pero”, Balú se estremeció y un nudo apretó fuerte su garganta contra su columna vertebral, “Pero te has vuelto un pelmazo, estás todo el día pendiente del puñetero teléfono, todo el día planificando en base a los designios de la princesita de turno, te han privatizado, tú que eras la empresa pública por excelencia, te han privatizado”.

Dió otro sorbo, no para enjugarse su boca seca por el discurso, sino para dar pausa dramática, Hank era puro artificio en sus artes, lo que él llamaba savoir faire, era una suerte de gestos y estereotipias que explotaba en los momentos más adecuados, como la forma en la que volvió a colocar el vaso sobre la mesa, agitándolo de forma circular haciendo que los hielos se volviesen a acomodar sobre el poco whisky que le quedaba, y lo depositó sobre el posavasos, no apoyándolo, casi acunándolo.”Debes huir de los esquemas prefijados, debes de quitarte de la cabeza todos los protocolos que te has montado, básicamente, debes sacarte la cabeza del culo”,”Eso es muy fácil de decir, es muy fácil venir con una montaña de tópicos para que los abrace”,”No he querido decir eso, no te hablo de tópicos, te hablo de olvidar la idea del emparejamiento a fondo perdido, de dejar de creer que el estándar es lo ideal y lo que hace feliz a la gente. Porque hará feliz a la gente, pero no tiene por qué hacerte feliz a ti, necesitas darte un respiro joder, pensar en ti mismo, quererte, un poco. Tienes que hacer más ruido, tienes que sacar pecho y hacerte notar. Te hablo del caos entendido como la reacción a tus acciones”,”Si lo dices por llevar tu vida, no creo que sea capaz, más que nada porque yo tengo un trabajo en el que cumplir a diario”,”Nunca podrías llevar mi vida, morirías a los dos días”,”Ya he llevado tu vida”,”Seguro que fue una experiencia catártica, una sublimación de todos los sentidos”,”No, fue la peor resaca de mi vida, vomité sangre y quería abrirme la cabeza con un sacacorchos, me sentí patético”, “de Madrid”,”Con eso no se juega mamón, ya sabes que esa frasecita me da ganas de arrancarte la cabeza”.


“De arrancarle la cabeza es de lo que tengo ganas” espetó Lola, “¿Por qué?Si le ha hecho lo mismo que tú le hiciste”,”Con la diferencia de que nunca me aproveché de él, siempre que me necesitó estuve ahí sin rechistar, cuando enfermaba, cuando estaba triste, cuando había tenido un mal día en el trabajo y necesitaba contárselo a alguien”,”¿Y ésta no?”,”No, le llama cuando le necesita, pero le ha creado la necesidad de estar con ella, a base de rechazarle, de no darle esperanzas, de minar su autoestima”, “El resultado ha sido el mismo ¿no?”,”No, conmigo escribía, tanto canciones como su novela, y ahora dice que es incapaz de escribir nada, que se está ahogando, pero que no cree que sea capaz de dejarla porque ahora mismo cree que es la única mujer que comparte sus sueños”,”¿Pero este tío no quería ser escritor y vivir en una gran ciudad?¿No quería irse a vivir a París o a Nueva York o a Londres?¿Madrid quizás?”,”Sí, por eso, le ha lavado el cerebro hasta ese punto, dice que la seguiría hasta el infinito que fuese”. “Eso es altamente disfuncional Lola, pero tú no tienes que ser quien se sacrifique por él, no puedes sacarle de ese círculo vicioso, tiene que ser él el que escape de esos pensamientos tóxicos”,”Pero sé que me necesita, que le escuche y le aconseje, que le haga ver”, “Ya tiene a ¿cómo coños era?¿Jar?¿Javi?”,”Hank”,”Eso es, qué tontería se tenía encima con el dichoso Hank de las narices”,”Hank es quien le salva de hundirse en la miseria, pero necesita a alguien que viva más con los pies en la tierra”, “Debes dejarle hacer y deshacer, no le obligues a que venga a verte, no tires tan fuerte de él, porque acaban de tirar mucho de él, y es más, no creo que seas mujer para Balú, él necesita algo más de andar por casa, menos soñadora”,”Él lo que necesita es que yo le arranque la cabeza a Diana y la ponga en una pica delante de su casa para que todas aprendan que no se debe jugar con ese hombre”,”Te sale la vena verdulera que da gloria cari, hasta me excitas, mírame estoy empapada” soltó una carcajada que rápidamente se contagió a Lola, y las dos compartieron esa tregua. “¿Pagamos y nos vamos?”,”No Luci, pagas tú y nos vamos, que siempre pago yo”,”Eso es lo que te tendría que haber dicho Balú alguna vez”,”Eso y no, ahora tú encima” otra carcajada empezó a causar estragos en la musculatura abdominal de Lola y Lucía, mientras se alejaban de la terraza de aquel paseo marítimo.


Balú despertó solo en su casa, se dirigió al salón y vió los restos del debate de la noche anterior. Se sentía triste, pero no era una tristeza desesperante como lo había sido en los días previos, era una tristeza asumida como el paso previo a la mejoría. Empezó a pensar en las mujeres que habían pasado por su vida, en cómo había acabado ahogando a todas bajo sus deseos. Balú era un tipo alegre, pero al llegar a casa, siempre tenía esa sensación de soledad que sólo entienden los artistas que han estado solos en el backstage, por eso, cuando conseguía perder esa sensación, se aferraba a la compañía como a la cornisa de un rascacielos. Recogió las copas de la vieja mesa de madera y se puso a fregar. Miró a través de la ventana y vió a su vecina, una profesora de instituto de 60 años, soltera que recogía ropa de cama de la cuerda de tender. Sintió empatía, sintió ganas de sentarse con ella a tomar un café y preguntarle cómo había sobrevivido a la soledad, al vacío de la cama, a la ausencia de una espalda a la que acariciar. Colocó las copas en el artilugio de plástico que utilizaba para dejarlas a secar.”Qué coños” se dijo,”Que le den por el culo a todo, que le den por culo al happy ending, que le den por culo a sus padres, que le den por culo a salir a pasear bajo el sol del domingo, que le den por culo a rescatarla, a Ikea, al cine de los sábados, a planear las vacaciones y a los fines de semana, que le den por el culo a todos esos que hipotecan sus vidas con anillos baratos, que se visten de blanco para fingir una pureza que no guardan dentro de ellos. Que le den por culo a los musculitos de gimnasio y a las reinas de Telecinco que se dedican a follar y a despreciar el esfuerzo y el intelecto. Que le den por culo a ella, por haberme hecho creer importante, cuando sólo era un felpudo”. Y una lágrima de rabia se perdió con las pompas de jabón por el sumidero.

Ante una cerveza

“¿Entonces?”, su mirada me juzgaba, eran demasiados años, demasiadas borracheras, demasiado tirar uno del otro. “Entonces nada, no pasa nada nuevo, me levanto temprano, desayuno, leo el As y me voy a currar, vuelvo exhausto, duermo siesta y a currar otra vez y después, si los planetas se alinean, quizás quiera ir a cenar o que escuche lo mal que le ha tratado el trabajo o la vida”,”Esa es la vida de pareja, eso es lo que deseabas ¿no?”, “Sabes que no deseaba esto”, “Te creías que todo iba a ser Victoria´s Secret y te han tocado las bragas de la abuela”, “Será eso, cuando estamos solos echamos de menos estar en pareja, la estabilidad, y cuando ésta llega, te das cuenta de que la estabilidad es demasiado estable para tí”,”Dos Guiness por favor”. Llevaba casi un año metido en aquel círculo que hacía tiempo que había dejado ser vicioso para tornarse tedioso, tenía tanto miedo de escapar, como de seguir adelante. “Pero…”hurgó en su bolsillo buscando dinero suelto para la camarera”…llevas toda la vida deseando ésto Hank, dejar la bebida, el tabaco, ordenar los armarios y sacar los cadáveres fuera”,”Los cadáveres siempre dejan un aroma difícil de limpiar”,”No me jodas con tus bohemiadas, tienes mejor cara que hace un año, no tienes esperanzas ni ilusiones descabelladas, no pierdes el tiempo intentando sacar brillo a un talento que, permíteme decir como amigo, estaba bastante oxidado. Has puesto los cimientos para un futuro”. La camarera se acercó sonriente con aquellos dos brillantes vasos de pinta llenos de maná negro, la examiné de arriba abajo, como en los viejos tiempos, tratando de descubrir un rincón de su cuerpo al que decidir escapar.
El silencio había caído como caen los generales que saben que han enviado a su pelotón contra la artillería. “Quiero dejarla”. El silencio ahora era como el de un incrédulo jurado ante la confesión del criminal. “Quiero dejarla” reafirmé, “y no sé cómo cojones hacerlo”. “Habla con ella, díselo y escápate si crees que eso es lo que debes hacer, pero…” siempre existe un pero, los peros son la sal de la vida, aplicada directamente sobre heridas abiertas. Esperé aquel pero con odio, odio hacia él, hacia mi amigo inseparable, el que me buscó trabajo cuando rozaba la indigencia, el que siempre guardaba una sonrisa y dos manos para ayudar a todo el mundo, el que es capaz de convencer a una mula para que procree y de venderle una mesa a un carpintero. Su juicio nublaba mi ceguera, sus ojos se clavaban en los míos, marrones, áridos como una tarde de verano en el campo de Castilla, con el rastrojo a punto de arder. “…perderás la oportunidad de comprobar si puedes llegar a funcionar en el mundo normal”.
Mis yugulares anteriores eran tuberías de plomo, mi conjuntiva era lava, mis dientes tenazas de fugitivo. ” Tu problema eres tú, sé que suena a tópico, a cliché de libro de autoayuda, pero tu problema es tu amor a la autodestrucción, siempre encuentras la forma de autodestruirte, y de reconstruirte creyéndote más fuerte que nadie, pero déjame contarte Hank, eso sí que es puritísima mierda. Eres más Coelho de lo que te crees, por mucho que lo niegues”.”Necesito esa crisis para crear ¿no lo entiendes?. Sin esas noches de derrota, sin la soledad y el desamparo, sin el ardor del tabaco en la garganta, sin la resaca…no soy nadie. Son mis herramientas, como lo son las tijeras y la aguja en el tuyo”. “Mierda, pura mierda, ni yo soy un simple costurero ni tú un calandria profesional. Mírate ahora, te has vuelto a derrumbar y no has necesitado ni putas ni drogas. La autodestrucción no va sobre tu deseo de ser el Van Gogh de la literatura española, o sobre hablar de bragas mojadas ni siquiera de estar solo y morir solos”. “Todos estamos solos”. “Ves, va sobre eso, tú soltando putos clichés manoseados como la polla de un quinceañero. Ya no eres mordaz, ni occurrente, ni siquiera te permites el lujo de sentarte una noche a escribir, como hacías cuando vivías conmigo”.”Aquellos eran buenos tiempos”.”No Hank, no eran buenos tiempos, estabas sin blanca, te fundías todo lo que tenías y estabas a ésto de contraer una ETS o que unos camellos te partiesen las piernas”.”Las tres, incluso”.”¿Ves? Recuerdas cuando hablabas de caminos por el monte, de cazar jabalíes con tus manos desnudas, de luchar por lo que creías”.”Y sigo creyendo…”.”Pues no lo parece viejo, ya no brillan tus ojos, eres un perrillo, silban y vas.”.”Por eso quiero dejarla”.”No hablo de eso, hablo de que vuelvas joder, hablo de que le calles con un beso, de que cojas la olivetti y presiones las teclas como si escribieses el nuevo evangelio según San Hank”.”Con ella a mi lado no puede ser”. El puñetazo salió de la nada, noté como quebraba los huesos. Había visto pelear a este tipo en muchos sitios, y nunca le había visto descargar tanta fuerza en un solo movimiento. Parecía sacado de un puto anime para preadolescentes pajilleros. Noté cómo vibraban los huesos de mi cara y el calor que disipaba se mezclaba con la sangre y la inflamación que colmaban mi nariz. Noté que estaba vivo. Se lo agradecí como sólo un hombre puede agradecer que le devuelvan a la realidad de una hostia, con un resignado silencio.
“Dos pintas más por favor, esta vez cóbrame a mí preciosa”.”Le voy a tener que expulsar del bar como siga dando el espectáculo”.”Tranquila, es una simple discusión entre amigos ¿Verdad?”.”En este bar no entra ni un hombre cuerdo, ni uno mono, al menos si estuviera bue…” sus palabras se disipaban en la distancia haciendo honor a Doppler y dejándole con las ganas de una réplica zalamera de las que solía hacer gala. “Gracias”.”¿Por qué?¿Por la hostia?Perdona compadre, me ha dolido más a mí que a tí”. Balú siempre era complaciente, reconfortante, no me extrañaba que Lola le amase tanto, lo que sí me extrañaba, era que ella le hubiese abandonado en aquel páramo. Supongo que a pesar de que un hombre sea digno y complaciente, siempre tendrá que elegir entre una parte de sí mismo o a ella por completo, joder, claro, era eso. “Lo he entendido”. “¿El dolor?”.”No, lo que me querías decir”.”Si explicas el chiste pierde la gracia”. Sorbimos la cerveza de un trago, no hubo más palabrería, sólo el tintineo de monedas en la bandeja de propinas, sabor a herrumbre en la boca y disfraces de ave fénix, tirándose al mar.